130 años de una abolición inacabada en Brasil

La ley que abolió la esclavitud luego de tres siglos de trabajo forzado, liberó y al mismo tiempo abandonó las personas

POR JULIANA GONÇALVES

Conservadora y corta, de poco más de dos líneas, la Ley nº 3.353, la llamada Ley Áurea, decretó, el día 13 de mayo de 1888, el fin legal de la esclavitud en Brasil. Pero si la esclavitud tuvo su fin desde el punto de vista formal y legal hace 130 años, la dimensión social y política está inacabada hasta la actualidad. Esa es la principal crítica de estudiosos y militantes de los movimientos negros a la celebración del 13 de mayo como el día del fin de la esclavitud.

La promulgación de la Ley Áurea fue una acción llena de pompa, como se observa en el registro fotográfico de Antonio Luiz Ferreira, en que una multitud espera la firma fuera del Paço Imperial, en el centro de Rio de Janeiro.

El Imperio sufría presiones internacionales fuertes para ilegalizar la posibilidad de esclavizar personas. Además de eso, el aumento de las ideas abolicionistas y las constantes fugas e insurrecciones de los esclavizados volvían a la esclavitud un negocio cada vez menos rentable.

Militante del movimiento negro, Katiara Oliveira habla sobre ese período en base a una historiografía poco explorada, pero verdadera: “La abolición no se dio por una simple firma. Las revueltas y rebeliones, como prender fuego a los cañaverales, la fuga a los quilombos [asentamientos rurales de población mayoritariamente negra, creados inicialmente por esclavos fugados], suicidio, infanticidio, envenenamiento de los señores de los ingenios, causaron perjuicio para esos señores de los ingenios. Existieron varias formas de enfrentar el poder de los señores”.

Incluso así, Brasil fue el último país de Occidente en abolir la esclavitud. La Ley Áurea fue la ley más popular y la última del Imperio. Un año y medio después de la abolición, el Imperio terminó. Historiadores de ese período, por ejemplo, Lilia Moritz Schwarcz, profesora del Departamento de Antropología de la Universidad de São Paulo, señalan que el Estado pospuso al límite máximo la prohibición de la esclavitud, y eso le costó la vida al régimen.

Inconclusa

Hace décadas, los movimientos negros caracterizan la fecha como día de la abolición inconclusa, resaltando la lucha de los negros por libertad y desmitificando la figura de la princesa Isabel como la benefactora de los negros.

De la coordinación nacional del MTST, el Movimiento de Trabajadores Sin Techo, Jussara Basso comenta esa abolición formal e incipiente. “Esa idea de abolición inconclusa en verdad coloca al pueblo negro en una condición de esclavitud remunerada”, pondera. Un año después de la abolición, teorías racistas basadas en métodos pseudocientíficos, que buscaban marcar al negro como biológicamente inferior, comenzaron a ganar cuerpo y voz como ideologías del blanqueamiento racial ampliamente aceptado en Brasil entre 1889 y 1914. En ese sentido, emblanquecer física y culturalmente al país se volvió un gran objetivo de un lugar que necesitaba borrar la presencia negra, lo que llevó a incentivar la inmigración europea para trabajar en los cultivos, excluyendo a los trabajadores negros.

Hasta hoy, la desinformación sobre el período de la esclavitud es grande. La convivencia armónica relatada por la literatura de la época como Casa Grande y Senzala [nombre dado al alojamiento de los esclavos], libro de Gilberto Freyre publicado en 1933, dan cuenta de una esclavitud limpia, sin grandes conflictos, como si fuera posible la existencia de un sistema pacífico en el cual un ser humano puede ser posesión de otro.

El hecho defendido por especialistas y investigadores es que la ley que liberó a los descendientes de africanos no trajo reparaciones históricas y los esclavizados en aquel día fueron, al mismo tempo, liberados y abandonados, siendo, más tarde, marginalizados. Raumi Souza concuerda con esa afirmación. El forma parte del grupo de estudios sobre la cuestión étnico-racial y la cuestión agraria del MST, el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra. “La abolición de la esclavitud fue una ilusión. El esclavo salió de la senzala, salió de la hacienda, y pasó a ser libre, pero una libertad que no le da acceso a tierra o a bienes materiales y financieros no le da dignidad”, lamenta.

Desigualdad

Hasta hoy, las estadísticas comprueban en diversos niveles como el país es profundamente desigual y que la clasificación por raza es siempre un agravante. El ingreso per cápita promedio de los hogares de la población blanca es más del doble que el de la población negra: son US$ 302,44 (1.097 reales) en el caso de los blancos contra US$ 140,28 (508,90 reales) en el caso de los negros, según estudio de 2016 del PNUD, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Según el otro índice del estudio, bautizado como Índice de Desarrollo Humano Municipal, que toma en cuenta ingresos, salud y educación, los negros en el Brasil tienen diez años de atraso comparados con los blancos.

Datos como ese muestran como la firma de la Ley Áurea no acompañada de políticas de reparación perpetuó desigualdades vistas hasta hoy entre blancos y negros. El abogado Daniel Teixeira, del CEERT, el Centro de Estudios de las Relaciones de Trabajo y Desigualdades, cuenta como eran comunes legislaciones paliativas o nada efectivas cuando el asunto era remediar los estragos de la esclavitud, como la Ley del Vientre Libre y la Ley del Sexagenario, entre otras.

“Un ejemplo de eso es la expresión «leyes para que el inglés vea», que es una expresión que viene de leyes abolicionistas justamente porque les faltaba efectividad. Eran editadas para transmitir la imagen de un país que no aceptaba la esclavitud, pero en la práctica fue el último país en abolirla, aunque solo formalmente”, explica.

Brasil de Fato conversó con una serie de especialistas para entender como esa abolición inacabada puede ser identificada actualmente en diferentes sectores.

TRECE DÉCADAS DESPUÉS DE LA ABOLICIÓN, LAS Y LOS NEGROS NO ACCEDEN PLENAMENTE A SUS DERECHOS

Derecho a la vida, a la tierra, a la salud, a la vivienda, a la justicia y a la inserción en espacios de poder son algunos puntos de referencia que revelan un Brasil extremadamente desigual

La pobreza y la marginalidad tienen color en Brasil. No es de hoy que los movimientos negros y los especialistas señalan que las desigualdades socioeconómicas entre blancos y negros no pueden ser explicadas exclusivamente por el pasado esclavista, sino, sobre todo, por las diferencias de inserción social, productiva y de oportunidades que tuvieron lugar al final de la esclavitud.

Para Katiara Oliveira, del Colectivo Kilombagem y de la Red de Protección y Resistencia al Genocidio, la abolición está apenas en el papel. Prueba de eso serían los altos índices de asesinatos de jóvenes negros. “El genocidio de la población negra es la expresión de que el pueblo negro no ascendió a la condición de ciudadano, porque no tuvo sus derechos básicos garantizados como vivienda, salud, educación y el derecho básico a la vida. Las personas mueren en Brasil por ser negras, por ser pobres y negras”, dice. Según datos del Mapa de la Violencia de 2014, que compila información desde 1998, 23 mil jóvenes negros de 15 a 29 años son asesinados en Brasil anualmente. Son 63 por día, o uno cada 23 minutos. O sea, de los 30 mil jóvenes muertos por año, 77% son negros.

Si esos datos revelan muertes predominantemente masculinas, las mujeres no blancas no están más seguras. El mismo Mapa de la Violencia apunta que la muerte de mujeres negras aumentó 54% en los últimos diez años, mientras el asesinato de mujeres blancas cayó 10%.

Érica Malunguinho, activista y gestora del espacio cultural independiente Aparelha Luzia de artes negras, localizado en São Paulo, señala el descuido del Estado al no dar al tema la seriedad adecuada. ”Sin duda el feminicidio afecta más a las mujeres negras, así como borra toda la carga de otras violencias estructurales, pues el fundamento racial de la forma que es ideológicamente practicado, tiene como objetivo constante nuestras vidas”, pondera.

En este contexto, las desigualdades entre las mujeres son escandalosas. “Las mujeres lesbianas, trans y travestis se vuelven más vulnerables aún en lo que llamo jerarquía de la tragedia anunciada”, puntualiza Malunguinho, que es una mujer trans.

En general, la falta de respuesta del Estado al genocidio negro se relaciona directamente con las cuestiones de seguridad pública, pero no solo con eso. Hay indicios de que no es solo la bala que mata, también la negligencia del Estado en relación a la salud de la población negra causa muertes.

Emanuelle Góes, epidemióloga y doctora en Salud Pública, explica como los negros aún mueren de enfermedades tratables como tuberculosis, presión alta, VIH/SIDA, entre otras. “La falsa abolición, de hecho, causa una interferencia en la salud de la población negra”, cuenta.

Góes celebra el SUS, el Sistema Único de Salud, como una política que benefició mucho a la población negra, sin embargo, señala que incluso el SUS no consigue suplir todas las desigualdades. “Con el SUS, un sistema universal, integral y ecuánime y que preconiza la distribución de forma equitativa, con justicia social y derechos, tenemos una mejoría, pero no el equilibrio. Todavía se producen disparidades raciales en la salud”.

Si el tema universal de la salud refleja diferencias entre blancos y negros, hay una línea en la historiografía que indica que la falta de distribución de tierras en la época de la esclavitud es la cuna de todas las desigualdades.

Raumi Souza, del MST, resume la cuestión en el campo. “Hasta hoy la lucha por la tierra es también una lucha contra resquicios de la esclavitud".

El afirma que lucha en el campo es una lucha negra: “El sin tierra de hoy es el esclavo de ayer”. Para el, solo hay un camino para intentar disminuir esa brecha histórica que no permite la equidad. "La abolición no ha concluido y solo va a concluir cuando exista reforma agraria. La distribución de bienes y de la tierra es un factor importante de esa democratización”.

Además de la reforma agraria, la titulación precaria de tierras quilombolas también refleja rasgos de esa falsa abolición. El derecho a la tierra negado en 1888 permanece así. Según datos de la CONAQ, la Coordinación Nacional de Articulación de las Comunidades Negras Rurales Quilombolas, apenas 4% de los más de 1.600 procesos de titulación de tierras quilombolas en camino en el INCRA, el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria, fueron concluidos.

El programa de reconocimiento de áreas quilombolas no solo no avanza, sino que su presupuesto se contrajo 94% en siete años, cayendo de US$ 17,7 millones en 2010 a US$ 1,1 millones en 2017.

La reciente tragedia: incendio y desplome, del edificio Wilton Paes en São Paulo, que puso fin a su ocupación, sacó a la luz el debate de las ocupaciones en las ciudades.

Jussara Basso, de la coordinación nacional del MTST, recuerda que el derecho a la vivienda previsto en la Constitución de 1988 es negado a la población negra y pobre.

“Para nosotros está reservado el derecho a la acera. Esa tragedia señaló una necesidad inmediata de que se tenga un programa habitacional que realmente atienda la población de bajos ingresos de este país, y programas sociales que garanticen una existencia más digna”.

Ella destaca que la población negra es mayoría entre las poblaciones de calle, así como en las ocupaciones, en las periferias y en los subempleos. “Lo que percibimos es que no se avanzó en nada en las políticas sociales que buscan un formato de inclusión y división de las riquezas de este país. En realidad trabajamos para garantizar la riqueza de pocos mientras nosotros vivimos como podemos”, expone.

Así como pasa con el tema de la vivienda, Daniel Teixeira, abogado del CEERT, analiza como la vida de los negros, que son 53% de la población, está permeada por una cultura jurídica que no ve la igualdad racial como un vector de transformación. “Es posible hablar de prejuicios que ocurren desde la legislación tributaria, que tributa más sobre el pobre, donde está la población negra, hasta la cuestión de sospecha en los crímenes, de modo que tenemos en las calles un abordaje policial que «privilegia» a las personas negras como sospechosos”, recuerda.

En un país cuya historia, si se la reduce a un período de 10 días, vivió 7 días bajo régimen esclavista, y que aún presenta formas radicales de racismo estructural, es difícil hablar sobre desigualdad en profundidad sin considerar racismo, machismo, heteronormatividad y LGBTfobia.

Esa es la opinión de la escritora y doctoranda en Ciencias de la Información Bianca Santana. “Esos temas no son temas menores que aíslan, son temas estructurantes del sistema desigual en que vivimos”, afirma.

Autora del libro Cuando me Descubrí Negra, publicado en 2015, Santana cree que romper el silencio sobre el racismo es una forma de combatirlo. “mi proceso de descubrirme mujer negra, que escribo en el libro, que he escuchado también de tantas otras mujeres, fue percibir cuanto ese silenciamiento sobre la cuestión racial reforzaba esa ideología de blanqueamiento: «no vamos a hablar sobre la cuestión racial porque no hay ningún problema aquí»”.

Tal vez sea exceso de optimismo creer que los efectos de 300 años de esclavitud podrían revertirse en 130 años, pero el hecho es que cada vez más sectores hacen coro con los movimientos negros al afirmar que la transformación social profunda de Brasil solo se dará por medio de políticas serias de reparación para el pueblo negro. Vamos a ver.

Ilustración: Gabriela Lucena

Edición: Diego Sartorato

Traducción: Pilar Troya