Represión

Programa secreto del FBI coordinó represión política en los Estados Unidos

Durante la Guerra Fría, medidas clandestinas, prisiones y juzgamiento ilegales, fueron usados para combatir rebeldes

San Francisco y Nueva York, para Opera Mundi* |
Comité Church, en el Senado de los EEUU, denunció prácticas ilegales de la CIA y del FBI
Comité Church, en el Senado de los EEUU, denunció prácticas ilegales de la CIA y del FBI - Reproducción

Los norteamericanos estaban con los ojos pegado a la TV. En aquella noche, del día 8 de marzo de 1971, Joe Frazier y Muhammad Ali disputaban, en el Madison Square Garden, tradicional gimnasio neoyorquino, la primera de sus legendarias luchas del siglo.

Fueron quince rounds dramáticos.

Frazier era el campeón mundial de los pesos pesados. Su desafiante, invicto, había sido exonerado del máximo cinturón de la categoría por haberse recusado a combatir en la Guerra de Vietnam.

La mayoría de los espectadores blancos aspiraban por la derrota del hombre que “volaba como una mariposa y picaba como una abeja”, como él propio describió. Ali era el gran símbolo de la resistencia a la supremacía racial en una nación marcada por la segregación, un astro de la desobediencia civil contra los falcones anticomunistas que gobernaban la Casa Blanca.

En el 11º round, el ídolo negro de la clase media conservadora derrota a Ali con un gancho de izquierda. Su adversario cae de espaldas. Se recupera. Se levanta mareado. Se arrastra para terminar la lucha, que termina con su derrota por puntos.

A menos de 200 kilómetros de allí, en Media, Pensilvania, un grupo de ocho jóvenes preparaba una acción espectacular. Integraban una pequeña organización llamada Comisión Ciudadana para Investigación del FBI.

Su líder era William Cooper Davidon, profesor universitario de física y matemática que, en la misma fecha, cumplía 44 años de edad. Entraría para la historia, luego se verá, como el “Edward Snowden” o el “Julian Assange” de la era analógica.

Estaban listos, después de meses de preparación, para invadir el escritorio del FBI en la ciudad, donde imaginaban encontrar documentos comprometedores sobre las actividades policiales en aquel conturbado período de la historia norteamericana.

Los papeles que encontraron constituían un pequeño tesoro: los secretos del Counter Inteligence Program (COINTELPRO, en la sigla en ingles), el plano clandestino de J. Edgar Hoover para enfrentar a comunistas y demás grupos insurgentes.

COINTELPRO: “Exponer, infiltrar, manipular”

Concebido en 1956, en el apogeo de la Guerra Fría, el COINTELPRO sería oficialmente interrumpido en 1971, inmediatamente después que los descubrimientos de Davidon y sus compañeros comenzaron a circular por la prensa.

Uno de los documentos encontrados, firmado por el propio Hoover, el 25 de agosto de 1969, determinaba el objetivo de la nueva fase del programa: “exponer, infiltrar, desorganizar, manipular, desacreditar, neutralizar y, si es necesario, eliminar a las organizaciones y grupos nacionalistas negros basados en el odio, sus lideres, voceros, miembros y simpatizantes”.

Era una declaración de guerra interna sin cualquier autorización del parlamento y sin reconocimiento gubernamental.

El vale todo incluya la fabricación de pruebas, falsificación de crímenes, provocación de conflictos internos, destitución de recursos materiales, guerra mediática, control del sistema judicial y asesinatos a sangre fría.

Públicamente suspendido, el programa fue conducido a escondidas hasta 1975, cuando investigaciones abiertas por el Senado obligaron a la CIA y al FBI a reorganizar su manual operativo.

El jefe de la investigación, Frank Church, senador democrata por Idaho, cuyo apellido bautizó a la comisión encargada, fue claro y sintético en sus conclusiones: “se tratan de actividades ilegales y antiamericanas”.

Esta es también la opinión de Cynthia McKinney, de 61 años, ex diputada federal por Georgia. Democrata, como Church, dedicó buena parte de su vida académica y parlamentaria al estudio del tema.

“No había limitantes para el Estado en el combate a organizaciones rebeldes”, afeaba. “Los objetivos principales eran claramente los grupos minoritarios, como negros, indios y latinos”.

Simpática a los Panteras Negras en la juventud, Cynthia nunca se consideró una “revolucionaria activa”, pero participó activamente de las investigaciones y denuncias sobre el aparato represivo que llevó centenares de activistas a la prisión y algunas decenas a la muerta.

“Las elites del país entraron en pánico con los levantamientos negros y el movimiento contra la Guerra de Vietnam”, analiza. “El sistema de supremacía blanca y dominio corporativo no podía convivir con una situación que parecía poner en riesgo su hegemonía”.

La ex diputada hace cuestión de remarcar que la reacción no se restringió a la acción represiva.

“La estrategia era apoyada por una combinación entre aparatos policiales y medios, hasta hoy existentes”, destacó. “Los documentos del COINTELPRO demostró que un tercio de su prepuesto era dedicado a sobornar periodistas y vehículos que participasen de la demonización de insurgentes”.

Su evaluación es corroborada por la escritora Sara Flounders, actualmente la principal líder del Centro de Acción Internacional, entidad fundada por el ex-procurador general de la República, Ramsey Clark, para oponerse a las guerras promovidas por los Estados Unidos y la percusión interna contra minorías.

“La intervención del FBI extrapoló medidas represivas, condicionó el compartimento de la industria de comunicación y contaminó el sistema judicial”, resaltó. “Los juzgamientos de la mayoría de los presos políticos no pasaron de farsas, con pruebas forjadas, testigos presionados y decisiones ilegales”.

Commission Church

El reconocimiento de estos hechos está en el informe de la Comisión Church, finaliza en 1976. Al contrario de lo que ocurrió en otros países, la identificación de ilegalidades cometidas por los Estados Unidos no fue acompañada por una política de amnistía reparación de brutalidades.

Una de las pocas excepciones es el caso de Dhoruba Bim Wahrt, 70 años, nacido Richard Moore.
Uno de los jefes de los Panteras Negras en el Bronx, en Nueva York, Wahad vivía en la clandestinidad.

Fundador del brazo armado de la organización, la policía lo capturó cuando lideraba una invasión de un club local dominado por traficantes.

“El incentivo a las drogas en las comunidades negras, particularmente la heroína, hacia parte de la estrategia de la CIA y del FBI”, registró. “El trafico ayudaba a financiar actividades ilegales de inteligencia en el exterior y era elemento de desestabilización de lucha antirracista”.

El Comité John Kerry, en 1986, dirigido por el actual secretario de Estado, entonces senador por Massachusetts, efectivamente comprobó que recursos públicos eran ofrecidos para traficantes que se dispusiesen a colaborar con los enemigos de la revolución sandinista, en Nicaragua de los años 80. A pesar de los fuertes indicios de ocultamiento, no hay reconocimiento oficial sobre supuestas facilidades para el comercio de drogas dentro de los Estados Unidos.

Los Panteras Negras, por lo tanto, estaban convencidos que el futuro de su partido estaba condicionado a limpiar el trafico de los barrios en los cuales actuaban.

Preso en septiembre de 1972, en uno de los episodios de enfrentamiento con el crimen organizado, Wahad era el pez grande que la policía estaba para presentar como responsable por un atentado de amplia repercusión.

Revisión

Cuando ya habían pasado cuatro años de encierro, supo de las informaciones hechas publicas por la Comisión Church y sus abogados entraron con un proceso para tener acceso a esos documentos.

Durante los quince años siguientes, el FBI liberó más de 300 mil páginas en informaciones diversas. Intentando profundizar la defensa en un mar de papeles, sus agentes acabaron por entregar transcripciones de informes con declaraciones acusatorias, en los cuales quedaba claro que había cambiado su versión por presión de los policías.

En el día 15 de marzo de 1990, el juez Peter J. McQuillan, de la Corte Suprema de Nueva York, anuló el juzgamiento anterior, por el hecho de los acusadores haberen escondido evidencias que podían evidenciar la inocencia del preso.

El mismo tribunal también negó el pedido de un nuevo proceso, determinando que el gobierno federal debería pagar una indemnización de US$ 400 mil a Wahad. Esa decisión, de 1995, fue seguida por otra, cinco años después, obligando a la ciudad de Nueva York al pago de más de US$ 490 mil, a titulo de daños morales y materiales.

El parlamento estadual, en seguida, revoca la ley que permitía la revisión del juzgamiento definitivo por omisión de pruebas testimoniales recogidas a posteriori.

“Vivimos y continuamos viviendo en un Estado policial”, afirmó Wahad. “Las libertades democráticas son garantizadas penas a quien no amenazan al sistema. De lo contrario, como ocurrió con los movimientos de los años 60 y 70, la respuesta será siempre un política de exterminio”.

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Vídeo, en inglés, muestra como el gobierno de los EUA enfrentó a los Panteras Negras:



*El texto fue publicado originalmente, en portugués, en Opera Mundi.

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*Traducción: María Julia Giménez
 

 

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