Editorial

Opinión: La muerte del ministro y el arte de parar la sangría

En su editorial, la página web Expressão Sergipana analiza los escenarios de la Lava-Jato en el STF

Sergipe (Brasil) |
El senador Jucá y el presidente no electo Michel Temer
El senador Jucá y el presidente no electo Michel Temer - Reproducción

"ROMERO JUCÁ – […] Hay que resolver esa mierda… Hay que cambiar el gobierno para poder parar esa sangría.
[…]
SÉRGIO MACHADO – Chico, la solución más fácil es poner a Michel [Temer].
ROMERO JUCÁ – Solo Renán [Calheiros] está contra esa mierda. ‘Porque no le gusta Michel, porque Michel es Eduardo Cunha’. Oye, olvídate de Eduardo Cunha, Eduardo Cunha está muerto, mierda.
SÉRGIO MACHADO – Es un acuerdo, poner a Michel, un gran acuerdo nacional.
ROMERO JUCÁ – Con el Supremo, con todo.
SÉRGIO MACHADO – Con todo, ahí para todo.
ROMERO JUCÁ – Eso. Queda donde está, listo."

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El senador Romero Jucá anunció, a inicios del año pasado, la necesidad de parar la sangría, en conversación con Sergio Machado, ex-presidente de Transpetro (mayor procesadora de gas natural en Brasil). La honestidad del senador – respecto al contenido de sus planes, claro – revela las conspiraciones políticas que impregnan el blindaje de corruptos y corruptores, anticipándose para mantener las bases del sistema político y restablecer las ofensivas del neoliberalismo ortodoxo, cuyas bases fueron mantenidas por las coaliciones de los gobiernos petistas. Este es el arte de parar la sangría al que se refería Jucá, contexto en el cual se inserta la muerte del ministro del Supremo Tribunal Federal (STF) Teori Zavascki.

Falleció el ministro del STF que, aunque se haya inclinado a la saña punitiva del encarcelamiento antes que pasar por los juzgados, criticó las “medidas medievales” del juez Sérgio Moro por abuso ilegal de las prisiones preventivas, además de haber criticado la espectacularización del MPF [Ministerio Público Federal] contra Lula y la cobertura mediática de Lava-Jato. En un momento de extrema politización – inclusive partidaria – del Poder Judicial, por ejemplo, el notorio involucramiento del ministro del STF Gilmar Mendes, Zavascki significaba, comparativamente, un contrapunto de sobriedad y un resquicio de principios republicanos.

Si su muerte ocurrió por asesinato o por “mala suerte”, independientemente de la conclusión oficial, siempre existirán las dos versiones, así como hasta hoy existen respecto al asesinato del Mayor Vaz, en el “atentado de la calle Tonelero”, en 1956, en otro contexto golpista. Que los poderes económicos y políticos actúan con violencia y que el asesinato es una posibilidad, nadie duda. Lo cierto es que la muerte del ministro provoca un “freno del arreglo” en el movimiento político.

Es que la [operación] Lava-Jato fue útil para crear el ambiente favorable para el impeachment, para la demonización de las izquierdas, de Lula y del PT, en un circuito mediático con referencias en la clase media alta. Ahora, la contención es necesaria porque, bajo las reglas oficiales del juego, pocos congresistas jugaron y la selectividad penal continua imperando. Muchos son los sospechosos, pero, por la profecía del senador Jucá, pocos y selectos serán los condenados. Por eso, en el contexto de la consternación en medio de la muerte del ministro, el posicionamiento de cada actor en el escenario ya revela quien se dispone a parar la sangría.

Gilmar Mendes no esperó ni un día para decir que no hay motivo que justifique la urgencia de enjuiciamientos acelerados a través de la redistribución entre los actuales ministros. El ministro de la Casa Civil, Eliseu Padilha, ya suspiró aliviado por la demora en las homologaciones de las delaciones de los ejecutivos de Odebrecht. 

André Moura, líder del gobierno en la Cámara de Diputados y portavoz del “centrón” (“de centro”, grupito de congresistas que se unifican eventualmente en torno de una agenda conservadora y de los más repugnantes intereses personales), anunció que el entierro del ministro significa el “reinicio de la operación Lava-Jato en el STF”. A inicios de 2016, eran estos quienes aplaudían, por regla general, en la “liturgia” de cada cargo, ovacionaban las medidas de urgencia y excepción de la [operación] Lava-Jato, fomentando el clima para el impeachment.

Además de los actores políticos, la Confederación Nacional de la Industria (CNI), un día antes de la muerte del ministro, difundió el aumento de la confianza de los grandes empresarios, en este Enero/2017, frente al escenario político de reformas económicas, laborales y fiscales. El día posterior al fallecimiento, las petroleras transnacionales elogiaron en Davos (Suiza), en el Foro Económico Mundial, el régimen jurídico del pré-sal brasileño, en razón de la “flexibilización” del contenido nacional. 

Para dar cuenta de sustentar estas reformas, colocadas por el sector industrial y por el mercado financiero, se exige la menor turbulencia posible en el sistema político. No son de extrañar estas manifestaciones de calma. Al final, si casi todo parece controversial en esta coyuntura política, la única unanimidad es que la muerte del ministro atrasará la [operación] Lava-Jato. Es el tiempo [necesario] para la reforma de la seguridad social y otros ajustes con miras a la confianza del poder económico. Y día tras día se torna real lo que Jucá profetizó.

Del fallecimiento, surge también la polémica sobre quien sustituirá al ministro en relatoría de la operación que investiga hechos de corrupción y lavado de dinero. La sustitución ocurrirá en medio de las complacencias del STF, la moderación de los medios y los retrocesos sociales de la ilegitimidad democrática del gobierno Temer. Sin embargo, aparte de la [operación] Lava-Jato, el conservadorismo en el Supremo aumentará aún más con el advenimiento del nuevo ministro a ser nombrado, siendo el actual ministro de Justicia, Alexandre de Moraes, o el presidente del Superior Tribunal del Trabajo, Ives Gandra Filho, o quienes ideológicamente equivaldrían a ellos.

En un escenario con el nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, crecimiento de la extrema derecha y cabezas rodando en las cárceles brasileñas, el papa Francisco pide que no seamos profetas del desastre. El clamor es para que mantengamos la esperanza. En nuestro caso, solo hay esperanza en la perspectiva de elecciones directas para la presidencia, como primer paso necesario para la recomposición de las fuerzas democráticas en el país. Lo contrario de elecciones directas es la consumación de la profecía de la calamidad de Jucá, sin ninguna medida de sangría.

 

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