XENOFOBIA

Psicoanalista comenta los impactos del prejuicio contra venezolanos en Brasil

Ana Gebrim, especialista en inmigración, argumenta que aunque el odio sea natural, hay que elaborarlo

Brasil de Fato | São Paulo (SP) |
Más de mil venezolanos son forzados a salir de Brasil tras ataques de habitantes en la ciudad fronteriza de Pacaraima, estado de Roraima
Más de mil venezolanos son forzados a salir de Brasil tras ataques de habitantes en la ciudad fronteriza de Pacaraima, estado de Roraima - Marcelo Camargo/Agencia Brasil

En la última semana, una parte de los brasileños quedaron atónitos ante el ataque de habitantes de la ciudad de Pacaraima contra inmigrantes venezolanos, en el estado fronterizo de Roraima. Los venezolanos fueron golpeados y tuvieron sus objetos personales. El municipio que tiene cerca de 10 mil habitantes es el principal flujo de venezolanos que huyen de la crisis política y económica en el país.

Brasil de Fato conversó con la psicoanalista y socióloga Ana Gebrim, especialista en inmigración, para entender los impactos de la violencia contra aquellos que dejaron sus casas e intentan vivir con más dignidad en tierras desconocidas. Ella también habla sobre el odio y la xenofobia por parte de los brasileños y reflexiona sobre cómo trabajar el sentimiento de rechazo hacia los inmigrantes.

Gebrim argumenta que el país vive procesos similares a los de los países de Europa y Estados Unidos, que en los últimos año han intensificado las políticas anti inmigración en los últimos años.

A continuación, la entrevista:

Brasil de Fato: ¿Cómo se puede analizar lo que está pasando con los migrantes venezolanos?

Ana Gebrim: Quienes trabajamos en contacto directo con el sufrimiento de las personas, con las narrativas de esas personas que sufren persecuciones de forma global, nos quedamos muy preocupados con ese episodio. El modo en el que la población se enfrenta a esa situación en Roraima es una especie de reflejo de lo que está pasando en Europa, en Oriente Medio, en algunos países de África, con políticas de rechazo y restricción total hacia la posibilidad de que las personas más pobres puedan circular por el mundo en busca de mejores condiciones de vida. Entonces me quedé consternada ante la realidad de extrema xenofobia y violencia contra los inmigrantes, algo que llegó a Brasil con mucha fuerza.

El último hecho en Pacaraima llamó mucho la atención debido a los ataques contra venezolanos. Al menos 1,2 mil inmigrantes venezolanos dejaron Brasil tras ese episodio. El estallido surgió después de una información no confirmada de un atraco que implicaba a algunos inmigrantes. Desde el punto de vista del psicoanálisis, ¿cómo impacta esa situación en la vida de estas personas que dejaron su país?

Esas personas vienen a Brasil para buscar mejores condiciones de vida, para lograr las condiciones mínimas para su subsistencia y tienen sus trayectorias marcadas por la violencia, por el rechazo...los relatos que leemos son de personas golpeadas, desalojadas forzosamente, que están viviendo en peores condiciones y deben regresar a su país después de haber vivido todo esto, ciertamente tiene un impacto subjetivo muy alto.

Ahora, lo que vemos con mucha preocupación, porque de algún modo eso refleja lo que está pasando también en países de Europa y en Estados Unidos, es lo que considero las tres grandes políticas contra la población inmigrante: la política de los muros, la de la indiferencia y la necropolítica. En la primera, los países producen cada vez más mecanismos y dispositivos de frontera, de restricción y de barreras para impedir que las personas entren al país al cual quieren emigrar.

En la política de la indiferencia, aunque se retrate ampliamente esta realidad, que se noticie en los medios, es decir, aunque se pueda acceder a las imágenes de estas personas, vemos la realidad en las cuales estas personas están viviendo, pero no se produce ningún cambio o participación activa de la sociedad civil o en los discursos políticos o cualquiera iniciativa para transformar esa condición. Es como si la superexposición de esa realidad produjera casi un efecto anestésico.

En tercer lugar, intrincada con los otros discursos, está la necropolítica, un orden de discurso que precariza aún más la vida de las personas, relegando a la vivencia de las personas una experiencia casi de muertos vivientes. Una restricción absoluta de la posibilidad de vivir una vida con derechos humanos básicos, con la posibilidad de instalarse, de circular, de adquirir bienes básicos para vivir. Entonces lo que hemos visto en Roraima ocurre en otras ocasiones en Brasil y refleja una política global que utiliza a los inmigrantes como chivos expiatorios.

¿Qué hacer? ¿Cómo trabajar el odio que asciende con el rechazo a los inmigrantes?

En primer lugar, una de las contribuciones del psicoanálisis es pensar que este mal con potencial destructivo nos atraviesa y es humano. A partir de esta contribución se puede pensar que el mal no es algo que hay que expurgar, diferente de la perspectiva religiosa que habla de quitar lo que se considera malo. A medida que se comprende la destructividad o el potencial de destructividad como un componente complejo de la subjetividad, hay más condiciones de pensar qué hacer con eso, cuál puede ser el destino del odio, para la guerra que nos habita.

Lo que se ve actualmente son lógicas que pasaron al campo de actuación, predominantemente por personas que se consideran personas de bien, es decir, el mal está corporeizado en aquellos que se consideran personas de bien, que no reconocen su potencial destructivo. Entonces, si se puede pensar en salidas desde el punto de vista del psicoanálisis, una de ellas sería invertir el orden. Cuanto más el ciudadano se afirma como persona de bien, más actúa como malo. Al reconocer el mal que nos atraviesa, se pueden crear otros destinos para ello.

Edición: Guilherme Henrique | Traducción: Luiza Mançano