DEMOCRACIA EN RIESGO

"Bolsonaro presidente sería la situación más peligrosa desde el golpe militar"

En entrevista, el jurista Pedro Serrano alerta sobre las nuevas formas de autoritarismo en la sociedad

Brasil de Fato | São Paulo (SP) |
Según el jurista, si se legitima a Bolsonaro por un proceso democrático, él estaría autorizado a promover políticas conservadoras
Según el jurista, si se legitima a Bolsonaro por un proceso democrático, él estaría autorizado a promover políticas conservadoras - Reproducción

“Esto es algo extremadamente peligroso. Elegir a Bolsonaro sería la situación más peligrosa para el país desde el golpe militar de 1964. No tengo la menor duda. Ese tipo puede usar su mediación con la democracia, el hecho de haber sido elegido para imponer un autoritarismo más intenso. Lo que significaría el asesinato de personas, el sacrificio de parte de una generación y su libre pensamiento, un retroceso para el país”.

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Es lo que analiza Pedro Serrano, jurista brasileño, profesor de Derecho Constitucional en la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP) que habló con la Radio Brasil de Fato. Según el jurista, el candidato ultraderechista, si es legitimado por un proceso democrático, estaría autorizado a promover políticas conservadoras y de extrema derecha.

A continuación la entrevista:

Brasil de Fato: ¿Cómo analiza la prisión del ex presidente Lula y su pérdida de derechos políticos?

Pedro Serrano: El caso del ex presidente Lula no es un caso único. Hoy el mundo vive el intento de construcción de un paradigma más autoritario, es una nueva forma de autoritarismo. No es lo mismo que un Estado de excepción o los regímenes de excepción que había en el siglo 20. Podemos decir que es un autoritarismo líquido. Porque está fragmentado en la sociedad, no se puede identificar con claridad a su autor, pues se encuentra diluido en otras medidas antidemocráticas. Son medidas de excepción, es decir, medidas que tienen una fachada democrática y un contenido tiránico.

En el primer mundo, son medidas que vienen del Poder Legislativo o del propio poder ejecutivo como agentes de medidas de excepción. Las “patriotic acts” en EEUU, las leyes antiterroristas en Europa, los encarcelamientos, el decreto de estado de excepción en Francia, hay diversos ejemplos. En América Latina, pasa algo muy diferente. Aquí las medidas de excepción se producen, para mí, en el sistema de justicia. El Legislativo y Ejecutivo tienen su rol, pero está más reducido.

He observado en mi trabajo investigativo que en América Latina son dos tipos de medidas de excepción: procesos penales de excepción o investigaciones de excepción e impeachments inconstitucionales. A partir de los 90, en Brasil, se empiezan a producir esas medidas de excepción, el caso de Lula es solo una continuidad de ellas. Es ahí cuando se inicia el encarcelamiento masivo, la guerra contra las drogas, donde la figura del enemigo es la figura del traficante. Esos procesos, desde esa época, vacían de sentido a los derechos humanos y fundamentales. Los reos son considerados enemigos, y se les quitan derechos.

Hubo una deshumanización de esas personas. La justificación de la guerra contra las drogas pasó a actuar como forma de control social, para abatir a la juventud negra, a los jóvenes de las favelas. Empezó a aumentar intensivamente la violencia en la sociedad y el encarcelamiento, cuestiones relacionados.

El 42% de los presos brasileños hoy, la tercera mayor población encarcelada del mundo, no tiene derecho a la defensa. Imagínate cuántas personas se encuentran en esa situación de injusticia. Son presos que están en la cárcel antes de ser juzgados ni en primera instancia.

En el caso del presidente Lula, con el “mensalão” (escándalo de sobornos mensuales pagados a políticos), se empezaron a transponer técnicas de los procesos penales de excepción, que tienen la apariencia de procesos pero que no lo son en su contenido. Hay un abogado, una corte, un tribunal, pero no interesa mucho lo que diga el abogado, o qué decida la corte, porque va a interpretar la ley no para aplicarla, sino para justificar lo que pretende hacer. Y entonces se traslada esa técnica a la política.

El impeachment inconstitucional de Dilma también es una continuación de lo mismo, una medida de excepción directa de la democracia. Es algo típico del autoritarismo que considero “líquido”, porque interrumpe la democracia, pero después vuelve a un espacio democrático y sigue controlando la democracia.

La interrupción no es un golpe militar que ocupa el poder. Es una medida de excepción que interrumpe el ciclo democrático y luego vuelve a él, como en el caso del proceso contra el presidente Lula. En su caso, un proceso penal de excepción muy intenso. Porque no hay las condiciones mínimas para condenarlo en un régimen civilizado. Entonces se impulsa un proceso que parece cumplir las normas procesales, pero que tiene un contenido tiránico. El presidente Lula es víctima de este modelo de autoritarismo.

Usted dijo que las decisiones que se toman contra los derechos del presidente Lula también se toman contra toda la sociedad. En 2014, solo 14.000 presos, en un universo de 227.000 presos aptos para votar, que todavía apelan sus sentencias en otras instancias, como el caso de Lula, tuvieron acceso a las urnas electrónicas. Esto tiene mucho que ver con lo que estamos hablando, que la justicia considera al reo como enemigo y cercena sus derechos.

No tengo dudas. Mire, la sociedad todavía no se despertó. Es coautora de un crimen de lesa humanidad. No hay un ambiente humano más próximo a un campo de concentración en la postguerra que las cárceles brasileñas. La sociedad brasileña sabe y desea que las personas vayan a la cárcel, algo absolutamente inmoral.

Los que criticamos eso somos pocos, pero actuamos desde una lógica moral que forma parte de lo más bueno que el ser humano produjo en 3 millones de años sobre la tierra. Las personas tienen que comprender que no se puede someter así a los seres humanos.

La mayoría de las personas es inocente, pero los medios no lo cuentan. No se señala ese otro aspecto del encarcelamiento. Somos seres humanos, inteligentes, podemos pensar otros modos de castigo, otra forma de tratar los problemas.

No es de extrañar que exista esa política, es algo premeditado. Hay una parte de la élite mundial que apuesta por la violencia. Entonces, se puede asesinar a un negro en una favela o retirar al negociador del plan político, que es Lula. Entonces no hay que negociar, se resuelven los problemas con la violencia.

En las próximas semanas, que anteceden las elecciones, ¿habrá algún nivel de coherencia por parte del Poder Judicial y de las élites para asegurar un ropaje democrático o podría haber un nuevo golpe? En resumen, ¿habrá elecciones?

Pienso que habrá elecciones. Puedo estar engañado, pero hasta ahora se confirma mi lectura, que es antigua. Hay que comprender: existe una mediación con la democracia. Debemos recurrir a ese argumento incluso. Para demostrar las contradicciones de esa mediación, que existe. Es muy difícil legitimar una dictadura.

Elegir a Bolsonaro sería la situación política más arriesgada del país desde 1964. No tengo la menor duda. Ese tipo podría usar su mediación con la democracia, el hecho de haber sido elegido, para imponer un autoritarismo más intenso. Lo que significaría el asesinato de personas, el sacrificio de una parte de una generación y su libre pensamiento, un retroceso para el país. Tenemos que evitar su elección. No vamos a combatirlo a corto plazo, pero tenemos que evitar que él llegue al poder político. El mayor riesgo está ahí y no en no tener elecciones. Que elijamos a ese tipo y él, legitimado por la democracia, cometa una serie de atrocidades.

Edición: Pedro Ribeiro Nogueira | Traducción: Luiza Mançano