PREVENCIÓN

Ataques a escuelas demandan el desarrollo de políticas públicas, afirma investigadora

El aumento del número de casos está vinculado al efecto de imitación y cooptación a través de internet

Traducción: Isabela Gaia

Brasil de Fato | São Paulo (SP, Brasil) |
Docentes de São Paulo protestan contra la violencia en las escuelas frente a la Secretaría de Educación, en Praça da República
Docentes de São Paulo protestan contra la violencia en las escuelas frente a la Secretaría de Educación, en Praça da República - Fernando Frazão/Agência Brasil

Los recientes ataques a escuelas en Brasil no son hechos aislados. Solo en las últimas dos semanas, hubo tres ataques con muertos y heridos en São Paulo, Blumenau y Belém (regiones sureste, sur y norte del país, respectivamente), y otros dos que fueron desmovilizados antes de que ocurrieran, en Londrina y Río de Janeiro (regiones sur y sureste del país), además de decenas de amenazas registradas.

Esta ola de ataques en un corto período de tiempo puede comenzar a explicarse por el efecto de imitación. "Los agresores lo hacen por imitación, por inspiración, especialmente con relación a los episodios de Columbine [1996, en EE. UU.], Suzano [São Paulo, 2019] y Realengo [Río de Janeiro, 2011]", afirma Cleo García, abogada, especialista en Justicia Restaurativa y coautora de la investigación Ataques de extrema violencia en escuelas de Brasil, realizada en la Universidad de Campinas (UNICAMP). "A través de estos ataques esperan reconocimiento, fama, convertirse, en sus palabras, en una leyenda, ya que entienden que otros que han perpetrado este tipo de delitos lo han hecho".

Existen, sin embargo, muchos otros factores que contribuyen a la materialización de este tipo de violencia. Uno de ellos es la cooptación de niños y jóvenes por parte de grupos de extrema derecha a través de internet. "También podemos decir que fueron cooptados por discursos extremistas", explica.

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El perfil de los estudiantes cooptados suele ser el mismo: a menudo son adolescentes, blancos, heterosexuales y muestran un gusto por la violencia y un culto a las armas, según García y Marcele Frossard, asesora de políticas sociales de la Campaña Nacional por el Derecho a la Educación e investigadora en educación, violencia y juventud. "Es fundamental arrojar luz sobre este aspecto, porque esta violencia está relacionada con la misoginia. No es de extrañar que las mujeres sean el blanco frecuente de estos ataques", dice Frossard.

"Existen grupos extremistas con discursos de odio que se han amplificado en Brasil desde la segunda mitad del año pasado, debido también al proceso electoral. Entonces hay muchos discursos de odio, que incitan al crimen y a la violencia contra estos grupos sociales, las minorías sociales", dice García.

En la mayoría de los casos, estos ataques los realizan alumnos o exalumnos de las escuelas atacadas. La investigación en cuestión tiene como objetivo comprender la motivación detrás de estos ataques al entorno escolar. "Nuestro objetivo es descubrir el significado de la escuela para estos alumnos y exalumnos y por qué regresan a la escuela", explica.

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Además, estos jóvenes suelen manifestar algún tipo de malestar emocional. "Ese alumno o exalumno que ya viene de un sufrimiento -que puede ser de varios tipos, puede ser un sufrimiento en la escuela, en la familia, de bullying, de exclusión, de una sensación de rechazo, de no pertenencia- que se agrava por la relación entre ellos y con la escuela, la familia, la sociedad", afirma.

En los grupos extremistas encuentran acogida y sentido de pertenencia, además de un entorno seguro para ventilar ideas violentas. "Un adolescente que se encuentra en una situación de sufrimiento, con odio, con rabia por distintos factores que pueden estar ocurriendo, se encuentra en un ambiente extremadamente tóxico, con discursos en contra de la mujer, discursos racistas, homofóbicos, y ahí encuentra una acogida a su dolor, a su resentimiento, a su rabia, allí se siente visto y valorado."

Prevención y cuidado

Para García, la solución no es sencilla ni será rápida, pues implica muchos factores y depende de acciones intersectoriales. "Esta solución pasa por la creación de políticas públicas que puedan traer tanto programas de prevención como de tratamiento posterior y que estos programas también incluyan protocolos."

Hay, sin embargo, más preguntas que respuestas. "¿Cuáles serían estos protocolos? Por ejemplo, el adolescente [del caso] más reciente difundido en redes sociales, habló con amigos, publicó de muchas formas lo que iba a hacer. ¿Qué hacen las personas con información como esa? Y, si uno recibe una denuncia por algo así, ¿qué debe hacer? ¿Adónde se remitirá esto? ¿Se le dará un tratamiento rápido o se pondrá en una fila? ¿Cuáles son los protocolos para acoger a estas personas que fueron afectadas por un ataque de este tipo?", indaga García.

También es importante tener cuidado con las víctimas, y no solo con las víctimas directas. La comunidad escolar y la sociedad en general también son víctimas del trauma, que puede durar años.

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El agresor, que en la mayoría de los casos es un menor de edad, también debe ser objeto de la política pública. "El adolescente que hace este tipo de ataques necesita un seguimiento. ¿Cómo va a salir de una internación como la Fundação CASA [institución que atiende a jóvenes infractores en São Paulo], por ejemplo? Cumplirá un período de al menos 3 años, pero después regresará a la sociedad. ¿Cómo será el regreso de este adolescente?".

La investigadora también destaca la importancia de responsabilizar a las redes sociales. "Uno puede encontrar todo en las redes sociales en estos días, que no están reguladas y tampoco se hacen responsables del contenido. Esto ya se está debatiendo, pero aún no hay nada a corto o mediano plazo", dice.

Edición: Flávia Chacon