ASAMBLEA GENERAL

En la ONU, Lula defiende los BRICS y ataca la 'parálisis' de las organizaciones internacionales

En su discurso en la Asamblea General de la ONU, el presidente brasileño exigió respuestas para reducir la desigualdad

Traducción: Isabela Gaia

Brasil de Fato | Rio de Janeiro (RJ, Brasil) |
El mandatario habló este miércoles en la inauguración de la 78ª Asamblea General de las Naciones Unidas. - Ricardo Stuckert/PR

El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, pronunció un incisivo discurso en la apertura de la 78ª Asamblea General de la ONU, este martes 19, en Nueva York, Estados Unidos. Al dirigirse a la comunidad internacional, criticó lo que llamó el "inmovilismo" y la "parálisis" de organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las propias Naciones Unidas, y afirmó que el surgimiento de los BRICS se produjo a raíz de esta situación.

Lula destacó la reciente expansión de los BRICS, con el ingreso de Argentina, Irán, Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Etiopía, y afirmó que ese movimiento fortalece la lucha por un escenario de mayor pluralidad económica, geográfica y política. 

"En las principales instancias de gobernanza global, las negociaciones en las que todos los países tienen voz y voto han perdido aliento. Cuando las instituciones reproducen desigualdades, son parte del problema, no de la solución. El año pasado, el FMI puso a disposición de los países europeos 160 mil millones de dólares en derechos especiales de giro y solo 34 mil millones de dólares a los países africanos. La representación desigual y distorsionada en la gestión del FMI y del Banco Mundial es inaceptable", prosiguió.

Ataviado con su tradicional corbata con los colores de la bandera de Brasil, y ante la atenta mirada de líderes de todo el mundo y también de los presidentes del Senado brasileño, Rodrigo Pacheco, y de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, el mandatario se mostró enérgico al criticar la desigualdad, y afirmó que falta "voluntad política de quienes gobiernan el mundo" para superar las injusticias.

En unos veinte minutos de discurso, Lula fue interrumpido varias veces por aplausos provenientes de los participantes en la inauguración de la Asamblea de la ONU. Por ejemplo, cuando dijo que "Brasil está de vuelta" al escenario internacional; cuando afirmó que el país trabajará para lograr la igualdad racial; y al citar la ley, sancionada en julio, que garantiza la igualdad salarial entre hombres y mujeres en el país.

Asimismo, en su discurso, Lula dedicó mucho espacio a las cuestiones climáticas. Recordó que, la primera vez que participó en la Asamblea General, en 2003, "el mundo aún no se había dado cuenta de la gravedad de la crisis climática. Hoy llama a nuestras puertas, destruye nuestras casas, nuestras ciudades, nuestros países", afirmó, momentos después de expresar sus condolencias a las víctimas del terremoto en Marruecos, las inundaciones en Libia y el ciclón extratropical que arrasó ciudades en Rio Grande del Sul, en Brasil.

"Actuar contra el cambio climático implica pensar en el mañana y afrontar las desigualdades históricas. Los países ricos crecieron basándose en un modelo con altas tasas de emisiones de gases perjudiciales para el clima. La emergencia climática hace urgente corregir el rumbo e implementar lo que se ha acordado. No por otra razón hablamos de responsabilidades comunes, pero diferenciadas. Son las poblaciones vulnerables del Sur Global las más afectadas por las pérdidas y daños causados ​​por el cambio climático", resumió. 

Lea el discurso completo de Lula en la inauguración de la 78ª Asamblea General de la ONU:

Saludo al Presidente de la Asamblea General, Embajador Dennis Francis, de Trinidad y Tobago. Es un placer estar precedido por el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres. Saludo a cada uno de los Jefes de Estado y de Gobierno y a los delegados presentes.

Rindo homenaje a nuestro compatriota Sérgio Vieira de Mello y a otros 21 empleados de esta Organización, víctimas del brutal atentado en Bagdad, hace 20 años. Deseo igualmente expresar mi más sentido pésame a las víctimas del terremoto en Marruecos y de las tormentas que azotaron Libia. Como también sucedió recientemente en el estado de Rio Grande do Sul en mi país, estas tragedias cobran vidas y causan pérdidas irreparables. Nuestros pensamientos y oraciones están con todas las víctimas y sus familias.

Señoras y señores. Hace veinte años ocupé esta plataforma por primera vez. Y dije, aquel 23 de septiembre de 2003: "Que mis primeras palabras ante este Parlamento Mundial sean de confianza en la capacidad humana para superar los desafíos y evolucionar hacia formas superiores de convivencia". Vuelvo hoy para decir que mantengo mi confianza inquebrantable en la humanidad.

En ese momento, el mundo aún no se había dado cuenta de la gravedad de la crisis climática. Hoy llama a nuestras puertas, destruye nuestras casas, nuestras ciudades, nuestros países, mata e impone pérdidas y sufrimientos a nuestros hermanos, especialmente a los más pobres. El hambre, tema central de mi discurso en este Parlamento Mundial hace 20 años, afecta hoy a 735 millones de seres humanos, que se van a dormir esta noche sin saber si tendrán qué comer mañana.

El mundo es cada vez más desigual. Los 10 mayores multimillonarios tienen más riqueza que el 40% más pobre de la humanidad. El destino de cada niño nacido en este planeta parece trazarse en el vientre de su madre. La parte del mundo donde vivan sus padres y la clase social a la que pertenezca su familia determinarán si ese niño tendrá o no oportunidades a lo largo de la vida. Si podrá comer todas sus comidas o si se le negará el derecho a desayunar, almorzar y cenar diariamente. Si tendrá acceso a la atención sanitaria o si sucumbirá a enfermedades que ya podrían haber sido erradicadas. Si completará sus estudios y conseguirá un trabajo de calidad, o si pasará a formar parte de la legión de desempleados, subempleados y desalentados que no deja de aumentar.

En primer lugar, debemos superar la resignación, que nos hace aceptar tal injusticia como un fenómeno natural. Para superar la desigualdad falta voluntad política por parte de quienes gobiernan el mundo. 

Señores y señoras. Si hoy vuelvo a ocupar el honorable cargo de presidente de Brasil, es gracias a la victoria de la democracia en mi país. La democracia ha asegurado que superemos el odio, la desinformación y la opresión. La esperanza, una vez más, venció al miedo. Nuestra misión es unir a Brasil y reconstruir un país soberano, justo, sostenible, solidario, generoso y alegre. Brasil se está reencontrando consigo mismo, con nuestra región, con el mundo y con el multilateralismo. Como no me canso de repetir, Brasil está de vuelta.

Nuestro país está de vuelta para hacer su debido aporte para enfrentar los principales desafíos globales. Rescatamos el universalismo de nuestra política exterior, marcada por el diálogo respetuoso con todos. 

La comunidad internacional está inmersa en un torbellino de crisis múltiples y simultáneas: la pandemia de COVID-19; la crisis climática; y la inseguridad alimentaria y energética amplificadas por las crecientes tensiones geopolíticas. El racismo, la intolerancia y la xenofobia se han extendido, alentados por las nuevas tecnologías creadas supuestamente para acercarnos más. Si tuviéramos que resumir estos desafíos en una sola palabra, sería "desigualdad". La desigualdad está en la raíz de estos fenómenos o actúa para agudizarlos.

La acción colectiva más amplia y ambiciosa de la ONU dirigida al desarrollo –la Agenda 2030– podría convertirse en su mayor fracaso. Nos encontramos en la mitad del período de implementación y aún estamos lejos de alcanzar las metas definidas. La mayoría de los objetivos de desarrollo sostenible avanzan a un ritmo lento. El imperativo moral y político de erradicar la pobreza y acabar con el hambre pareciera estar anestesiado. En estos siete años que nos quedan, reducir las desigualdades en y entre los países debería convertirse en el objetivo síntesis de la Agenda 2030. Para reducir las desigualdades dentro de los países es necesario incluir a los pobres en los presupuestos nacionales y hacer que los ricos paguen impuestos proporcionales a su patrimonio.

En Brasil, estamos comprometidos a implementar los 17 objetivos de desarrollo sostenible, de manera integrada e indivisible. Queremos alcanzar la igualdad racial en la sociedad brasileña a través de un decimoctavo objetivo que adoptaremos voluntariamente. Lanzamos el plan Brasil Sin Hambre, que reunirá una serie de iniciativas para reducir la pobreza y la inseguridad alimentaria. Entre ellas se encuentra Bolsa Família, que se ha convertido en referencia mundial en programas de transferencia de ingresos para familias que mantienen a sus hijos vacunados y escolarizados.

Inspirándonos en la brasileña Bertha Lutz, pionera en defender la igualdad de género en la Carta de la ONU, aprobamos la ley que hace obligatoria la igualdad salarial entre mujeres y hombres cuando desempeñan el mismo rol. Combatiremos el feminicidio y todas las formas de violencia contra las mujeres. Seremos rigurosos en la defensa de los derechos de los grupos LGBTQI+ y de las personas con discapacidad. Reactivamos la participación social como herramienta estratégica para la implementación de políticas públicas.

Señor presidente. Actuar contra el cambio climático implica pensar en el mañana y afrontar las desigualdades históricas. Los países ricos crecieron basándose en un modelo con altas tasas de emisiones de gases perjudiciales para el clima. La emergencia climática hace urgente corregir el rumbo e implementar lo que se ha acordado. No por otra razón hablamos de responsabilidades comunes, pero diferenciadas. Son las poblaciones vulnerables del Sur Global las más afectadas por las pérdidas y daños causados ​​por el cambio climático. 

El 10% más rico de la población mundial es responsable de casi la mitad de todo el carbono liberado a la atmósfera. Nosotros, los países en desarrollo, no queremos repetir este modelo. En Brasil hemos demostrado una vez y volveremos a demostrar que un modelo socialmente justo y ambientalmente sostenible es posible. Estamos a la vanguardia de la transición energética y nuestra matriz es hoy una de las más limpias del mundo. El 87% de nuestra energía eléctrica proviene de fuentes limpias y renovables. La generación de energía solar, eólica, biomasa, etanol y biodiesel crece cada año. El potencial para producir hidrógeno verde es enorme.

Con el Plan de Transformación Ecológica, invertiremos en industrialización e infraestructuras sostenibles. Hemos retomado una agenda amazónica robusta y renovada, con acciones de inspección y combate a los delitos ambientales. En los últimos ocho meses, la deforestación en la Amazonía brasileña se ha reducido en un 48%. El mundo entero siempre ha hablado de la Amazonía. Ahora la Amazonía habla por sí sola. Hace un mes organizamos la Cumbre de Belém, en el corazón de la Amazonía, y lanzamos una nueva agenda de colaboración entre los países que forman parte de ese bioma.

Somos 50 millones de amazónicos sudamericanos, cuyo futuro depende de la acción decidida y coordinada de los países que tienen soberanía sobre los territorios de la región. También profundizamos el diálogo con otros países que tienen bosques tropicales en África y Asia. Queremos llegar a la COP 28 de Dubái con una visión conjunta que refleje, sin ningún tipo de tutela, las prioridades para preservar las cuencas de Amazonía, Congo y Borneo-Mekong en función de nuestras necesidades.

Sin la movilización de recursos financieros y tecnológicos no hay manera de implementar lo que decidimos en el Acuerdo de París y el Marco Global de Biodiversidad. La promesa de asignar 100 mil millones de dólares –al año– a los países en desarrollo sigue siendo solo eso, una promesa. Hoy ese valor sería insuficiente para una demanda que ya alcanza los billones de dólares.

Señor presidente. El principio en el que se basa el multilateralismo –el de la igualdad soberana entre las naciones– se ha visto erosionado. En las principales instancias de gobernanza global, las negociaciones en las que todos los países tienen voz y voto han perdido aliento. Cuando las instituciones reproducen desigualdades, son parte del problema, no de la solución. El año pasado, el FMI puso a disposición de los países europeos 160 mil millones de dólares en derechos especiales de giro y solo 34 mil millones de dólares a los países africanos. La representación desigual y distorsionada en la dirección del FMI y el Banco Mundial es inaceptable. 

No hemos corregido los excesos de la desregulación del mercado y la apología del Estado mínimo. No se han sentado las bases de una nueva gobernanza económica. Los BRICS surgieron a raíz de este inmovilismo y constituyen una plataforma estratégica para promover la cooperación entre países emergentes. La reciente ampliación del grupo en la Cumbre de Johannesburgo fortalece la lucha por un orden que se adapte a la pluralidad económica, geográfica y política del siglo XXI. Somos una fuerza que trabaja por un comercio global más justo en un contexto de grave crisis del multilateralismo.

El proteccionismo de los países ricos ha cobrado fuerza y ​​la Organización Mundial del Comercio sigue paralizada, en especial su sistema de solución de controversias. Ya nadie recuerda la Ronda de Desarrollo de Doha. Mientras tanto, el desempleo y la precariedad laboral socavaron la confianza de las personas en tiempos mejores, en especial los jóvenes. Los gobiernos deben romper con la creciente disonancia entre la "voz de los mercados" y la "voz de las calles".

El neoliberalismo ha exacerbado la desigualdad económica y política que azota a las democracias actualmente. Su legado es una masa de desheredados y excluidos. Entre sus escombros surgen aventureros de extrema derecha que niegan la política y venden soluciones tan fáciles como equivocadas. Muchos han sucumbido a la tentación de sustituir un neoliberalismo fallido por un nacionalismo primitivo, conservador y autoritario. 

Repudiamos una agenda que utiliza a los inmigrantes como chivos expiatorios, que corroe el Estado de bienestar y que ataca los derechos de los trabajadores. Necesitamos rescatar las mejores tradiciones humanistas que inspiraron la creación de la ONU. Las políticas activas de inclusión a nivel cultural, educativo y digital son esenciales para promover los valores democráticos y defender el Estado de derecho.

Es fundamental preservar la libertad de prensa. Un periodista como Julian Assange no puede ser castigado por informar a la sociedad de manera transparente y legítima. Nuestra lucha es contra la desinformación y la ciberdelincuencia. Las aplicaciones y plataformas no deberían abolir las leyes laborales por las que tanto luchamos.

Al asumir la presidencia del G20 el próximo diciembre, no escatimaremos esfuerzos para situar la lucha contra las desigualdades, en todas sus dimensiones, en el centro de la agenda internacional. Bajo el lema "Construyendo un mundo justo y un planeta sostenible", la presidencia brasileña articulará la inclusión social y la lucha contra el hambre; el desarrollo sostenible y la reforma de las instituciones de gobernanza global.

Señor Presidente, no habrá sostenibilidad ni prosperidad sin paz. Los conflictos armados son una afrenta a la racionalidad humana. Conocemos los horrores y los sufrimientos que producen todas las guerras. Promover una cultura de paz es un deber de todos nosotros. Construirlo requiere perseverancia y vigilancia.

Resulta inquietante ver que persisten viejas disputas sin resolver y que surgen o cobran vigor nuevas amenazas. Así lo demuestra la dificultad de garantizar la creación de un Estado para el pueblo palestino. A este caso se suman la persistencia de la crisis humanitaria en Haití, el conflicto en Yemen, las amenazas a la unidad nacional de Libia y las rupturas institucionales en Burkina Faso, Gabón, Guinea-Conakry, Mali, Níger y Sudán. En Guatemala existe el riesgo de un golpe de Estado que impediría que el ganador de las elecciones democráticas asumiera el cargo. La guerra en Ucrania expone nuestra incapacidad colectiva para hacer prevalecer los propósitos y principios de la Carta de la ONU. 

No subestimamos las dificultades para lograr la paz. Pero ninguna solución será duradera si no se basa en el diálogo. He reiterado que es necesario trabajar para crear un espacio para las negociaciones. Se invierte mucho en armamento y poco en desarrollo. El año pasado el gasto militar ascendió a más de 2 billones de dólares. Los gastos en armas nucleares alcanzaron los 83 mil millones de dólares, un valor veinte veces superior al presupuesto regular de la ONU.

No se logrará estabilidad y seguridad donde haya exclusión social y desigualdad. La ONU nació para ser el hogar del entendimiento y el diálogo. La comunidad internacional necesita elegir: de un lado, está la expansión de los conflictos, la profundización de las desigualdades y la erosión del Estado de derecho. Del otro, la renovación de las instituciones multilaterales dedicadas a promover la paz. Las sanciones unilaterales causan un gran daño a la población de los países afectados. Además de no lograr sus supuestos objetivos, obstaculizan los procesos de mediación, prevención y resolución pacífica de conflictos.

Brasil seguirá denunciando medidas tomadas sin el respaldo de la Carta de la ONU, como el embargo económico y financiero impuesto a Cuba y el intento de clasificar a este país como Estado patrocinador del terrorismo. Seguiremos siendo críticos con cualquier intento de dividir el mundo en zonas de influencia y de renovar la Guerra Fría. 

El Consejo de Seguridad de la ONU ha ido perdiendo progresivamente su credibilidad. Esta fragilidad deviene en particular de las acciones de sus miembros permanentes, que libran guerras no autorizadas en busca de expansión territorial o cambio de régimen. Su parálisis es la prueba más elocuente de la necesidad y urgencia de reformarlo, dotándolo de mayor representatividad y eficacia.

Señoras y señores. La desigualdad debe inspirar indignación. Indignación por el hambre, la pobreza, la guerra, la falta de respeto al ser humano. Solo movidos por la fuerza de la indignación podremos actuar con voluntad y determinación para superar la desigualdad y transformar efectivamente el mundo que nos rodea.

La ONU necesita cumplir su papel de constructora de un mundo más justo, solidario y fraternal. Pero solo lo hará si sus miembros tienen el coraje de proclamar su indignación ante la desigualdad y trabajar incansablemente para superarla.

Muchas gracias.


Las reuniones bilaterales de Lula y la ausencia de líderes mundiales 

En la Asamblea General de la ONU, líderes de todo el mundo se reúnen en Nueva York para debatir y presentar sus posiciones sobre las principales problemáticas globales. Sin embargo, este año la Asamblea General está marcada por una serie de factores que la hacen aún más significativa. 

El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ha sido uno de los protagonistas de este evento, al recibir más de 50 solicitudes de reuniones bilaterales. Entre los líderes con los que se reunirá figuran el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, y el presidente estadounidense, Joe Biden. Estos encuentros representan una valiosa oportunidad para debatir asuntos importantes y reforzar las relaciones diplomáticas. 

Sin embargo, la Asamblea General de este año también se destaca por la ausencia de varios renombrados líderes de Estado. Entre los que no asistieron se encuentran el presidente chino, Xi Jinping, el presidente ruso, Vladimir Putin, el primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak, y el presidente francés, Emmanuel Macron. Esta ausencia de importantes líderes mundiales puede interpretarse como una muestra de desinterés o desacuerdo sobre determinados temas debatidos en la ONU. 

A pesar de estas ausencias, la Asamblea General sigue representando un importante escenario para el diálogo, la diplomacia y el entendimiento entre las naciones. Algunos países participan activamente y desempeñan papeles destacados en los debates. Incluso con las ausencias, la comunidad internacional mantiene su compromiso de abordar cuestiones críticas como el cambio climático, la seguridad mundial, el desarrollo sostenible y los derechos humanos. 

Reuniones bilaterales confirmadas con Lula:

Martes 19
8.40 h - Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres
15h - Presidente de la República de Austria, Alexander Van der Bellen
16h - Primer Ministro de la República Federal de Alemania, Olaf Scholz
17.15h - Primer Ministro del Reino de Noruega, Jonas Gahr Store
18h - Presidente del Estado de Palestina y Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas

Miércoles 20
13h - Presidente de los Estados Unidos de América, Joe Biden
16h - Presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky 
17h - Director General de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus
18h - Presidente de la República del Paraguay, Santiago Peña

Edición: Nadini Lopes e Thales Schmidt